Bajo la sombra de Samael - capítulo IV  

Relatado por Jorge Román

Otro grupo de aventureros ha llegado a Barovia; el pueblo ha decidido entregar a los extranjeros al conde, para quizás conseguir su perdón; los aventureros planean su venganza contra Danovich...

4. Traición y venganza
Enero del 1042 de la Era de la Luz
(sesión del viernes 15 de mayo del 2009)


Cuatro figuras caminan sobre la nieve en dirección al pueblo cubierto de niebla. Caminan con cautela: tienen la sospecha de que algo terrible ocurre allí. Cuando son emboscados por no muertos no muestran temor: alzan sus armas y les enfrentan. Pero pronto se ven sobrepasados. Uno de ellos cae ante el abrazo de cuatro no muertos, que le muerden el cuello, le rompen un brazo y le arrancan los ojos. Unos segundos después, el que antes era su compañero se une a las filas de los no muertos. Sobrepasado, el grupo escapa hacia una casona donde alcanza a ver una débil luz encendida.

—¿Quién vive? —pregunta una voz recelosa desde la ventana del segundo piso.
—Soy Ajit, monje de Kathar. Estos son mis compañeros, Hendrik y Sigfried. Estamos huyendo de los muertos vivientes y les solicitamos refugio.

Karl observa sorprendido al extraño grupo: el monje brilla con un aura de luz dorada, y el guerrero llamado Sigfried es acompañado por un perro que respira humo. Valdemar lo observa y lo reconoce inmediatamente como un sabueso del infierno. ¿Qué querrán esos extraños allí?

—¿Por qué están en Barovia? —pregunta el hechicero.
—Nos llegó una carta que solicitaba ayuda para exterminar un plaga de muertos vivientes —dice Sigfried—. Fue enviada por el burgomaestre de Barovia.

Karl y Valdemar se miran: se trata de la misma carta que los convocó a ellos. Irina, a sus espaldas, les dice que arrojen la escala de cuerdas: no resistirán mucho tiempo afuera, amenazados por los muertos vivientes. Finalmente les arrojan la escala y los hacen subir.

Karl y Valdemar interrogan a los recién llegados: así averiguan que provenían del vecino ducado de Mastrich y que, al menos Hendrik y Sigfried, han sido atraídos por la promesa de tesoros. Irina les confirma que el condado es muy rico, y que no tendrá problemas en conseguirles riquezas cuando todo acabe. Hendrik, galante, le besa la mano y agradece su cortesía. Llega el turno de Karl y Valdemar: ¿por qué tienen a dos sujetos dormidos, como si estuvieran bajo los efectos de una droga?

—Es una larga historia —suspira Valdemar—. Dejémoslo en que los aldeanos no son de confianza y que debemos invadir el templo si queremos acabar con la plaga.

Valdemar no desea explicar los acontecimientos del último día: son todavía demasiado dolorosos.

Luego de haber perdido a dos compañeros que fueron enterrados en la plaza de la ciudad, los aventureros fueron convidados a almorzar por los silenciosos barovianos. Karl sospechaba de ellos, pero no fue hasta que Regina y Thorkrieger cayeron dormidos, drogados por la comida, que entendió lo que ocurría. Apoyado por Valdemar, amenazaron a los aldeanos con armas y magia, y salieron de la taberna llevándose a sus compañeros. Irina les dijo que huyeran con ella a la casa de su padre, donde podrían refugiarse. Aunque Karl no estaba muy dispuesto a confiar en ella, Irina les advirtió que seguramente los espías del conde ya estaban avisados de su presencia y lo peor que podían hacer sería quedarse entre enemigos.

Así fue como se encerraron en la casona, esperando que pasaran los efectos de la droga.

—¿Y ahora? ¿Qué haremos? —preguntó Hendrik.
—Esperar que nuestros amigos despierten y prepararse para el ataque de mañana —respondió Karl.

Esa noche, los aventureros son asaltados por terribles pesadillas. Mientras hace su turno de guardia, Valdemar observa cómo el hielo se acumula en los cristales de las ventanas, formando el rostro de una mujer con pequeños cuernos en la frente, que le sonríe...

Thorkrieger despierta antes de que empiece a clarear, con nauseas. Sin poder resistirse, vomita junto a su cama, sintiendo que botó algo grande. Karl y Valdemar, que duermen en la misma habitación, se despiertan y encienden una vela: entre el vómito del clérigo hay falanges de dedo humanas y un ojo. Asqueados, limpian el desastre e intentan dormir. Pero las pesadillas, que se han desvanecido de sus recuerdos, siguen atormentándoles.

A la mañana siguiente, temprano, luego de haber presentado a los héroes que habían sido drogados, el grupo se dirige al templo rodeando el pueblo. Una niebla espesa los oculta de los aldeanos. Sólo Irina se ha quedado en la casona, esperando su regreso.

En las inmediaciones del templo, con la nieve cubierta de huellas, son atacados por no muertos que salen de la tierra. Thorkrieger los mantiene a raya con el símbolo de Thor, mientras Karl, Sigfried y Ajit los destruyen sin mayor problema. Es entonces cuando Valdemar se percata de que el aura de Ajit daña a los muertos vivientes y el sabueso de Sigfried, Gero, escupe fuego por la boca.

Instruidos respecto a la locura del sacerdote y a su peligrosidad, el grupo se prepara a entrar al templo con un cuidadoso plan: mientras Thorkrieger, Valdemar y Hendrik estarán preparados a atacar desde el tragaluz del techo, arrojando toda su potencia de fuego, Karl y Regina entrarán por las ventanas altas, atacando los zombis que se encuentran atrincherados en las habitaciones laterales. Sigfried y Ajit entrarán por la puerta principal, una vez que el sacerdote sea sorprendido. Pero Ajit pide permiso para dialogar con el sacerdote primero: desea saber si puede ser redimido. El grupo se lo permite.

Ajit se acerca a la puerta doble y escucha: le parece oír un cántico. Irina le ha explicado que Danovich se volvió loco cuando su hijo, Doru, fue encontrado muerto, asesinado por una jauría de lobos. Pero que antes de eso, Danovich era un hombre santo de Baal, el protector de Barovia, que sanaba a los enfermos y protegía a los niños.

—¡Danovich! —el cántico se detiene—. Deseo hablar contigo.
—¡Vete! ¡No te llevarás a mi hijo!
—No quiero llevarme a tu hijo. Quiero hablar contigo. Quiero que dejes de lado esta locura y busques la redención.
—No hay vuelta atrás. No hay vuelta atrás. Naamá me ha abrazado. Pronto, ella regresará a mí. Me amará y seré su consorte, eso me prometió, su consorte... ¡Y Doru vivirá conmigo, para siempre!
—Danovich, ven, déjame purificarte. No debes abrazar la oscuridad.
—¡La oscuridad es la respuesta! ¡La oscuridad y yo somos uno! Naamá es mi amante...

¿Sería posible que la estatuilla hubiese pasado por sus manos? Si es así, y si el sacerdote está realmente loco, es poco lo que Ajit puede hacer. El resto del grupo, cansado de la espera, inicia el ataque. Hendrik rompe el tragaluz y dispara una flecha que se clava certeramente en el cuello de Danovich; Thorkrieger descarga el fuego divino sobre él: envuelto en llamas, el sacerdote loco cae al agujero en el suelo y Valdemar dispara una bola de fuego a través de él. Ajit, Sigfried, Karl y Regina acaban rápidamente con los muertos vivientes del templo.

Los aventureros descienden al subsuelo, donde se encuentran con una horrorosa abominación que parece armada con piezas de distintos cadáveres. Le acompañan los cadáveres reanimados de Thendrik y Mathilda, los amigos de Regina. Luego de una cruenta batalla, la abominación es destruida y los zombis que aún luchaban caen al suelo, convertidos en lo que son: cadáveres inanimados.

Pero la oscuridad y la terrible visión de esa abominación ha calado en la estabilidad mental de los héroes, quienes tiemblan por todos los horrores que han visto. Porque ahora que por fin la causa de la plaga está allí, cortada en pedazos, quemada y golpeada, los aventureros recuerdan que en sus pesadillas, cada uno de ellos era una parte de esa blasfemia: un brazo, una pierna, un ojo, la mandíbula, y que se deleitaba mordiendo y masacrando a sus seres queridos.

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