Bajo la sombra de Samael - capítulo II  

Relatado por Jorge Román

Los aventureros reciben una carta del cercano condado de Barovia, lugar donde reside el "Señor de los Cuervos". Luego de debatir un momento, el grupo decide viajar al feudo para investigar la tierra donde se originó el ejército de muertos vivientes.

2. Carta de Barovia
Fines de diciembre del 1041 de la Era de la Luz
(sesión del viernes 24 de abril del 2009)


Dos meses han pasado desde la gran batalla de los árboles rojos de Glasnett. La ciudad ha renacido lentamente con la protección de los templarios y la llegada de algunas caravanas comerciales. Los campesinos han regresado a sus granjas y han empezado la lenta tarea de recuperar sus tierras. Pero toda la actividad se interrumpió con la llegada del invierno. Un delgado manto blanco cubre el valle del Sinaja y las montañas cercanas, aunque lo duro del invierno aún no llega.

Los aventureros han descansado y se han reequipado aprovechando este largo descanso. La apacible quietud del pueblo ha sido sólo turbada por la aparición de algunos zombis aislados que fueron rápidamente eliminados. Existen rumores de que algunas personas despiertan como zombis después de morir, pero se trata sólo de suposiciones no confirmadas.

Orcos y humanos viven en armonía en Glasnett. Tanto así, que Sarah, cansada de tanta convivencia multirracial, se ha despedido de los aventureros para regresar a Neretva, recordándoles que siempre serán bienvenidos en la posada de su padre. Los aventureros apenas se despiden: difícilmente la echarán de menos.

Una tarde en que comen en una taberna, un grupo de gitanos altos y de ropas vistosas se instala a comer: son recién llegados de una caravana que viene de paso por Glasnett. Uno de ellos, cuando ve a los aventureros, se acerca a ellos y les entrega una carta. Afirma que fue enviada por el burgomaestre de Barovia, quien le pidió que le diera esa carta al primer grupo de aventureros que encontrara.

El mensaje es escueto:

Saludos a aquellos de gran valor y poder:
Un humilde sirviente del pueblo de Barovia os rinde honores y larga vida. Nuestra comunidad necesita con desesperación la ayuda de hombres de armas.

¡Las fuerzas del mismo Abismo están en nuestras puertas! Los muertos se están levantando de sus tumbas y buscan arrastrarnos con ellos... No contentos con matarnos en nuestros hogares, están esparciendo la corrupción de su horrible maldición, haciendo que los que mueren por sus manos se unan a su ejército.

Sospechamos que el mal que infecta nuestras tierras se origina tras los muros del castillo que domina nuestro pueblo, pero nadie de entre los nuestros tiene el valor suficiente para desafiar la oscuridad que allí se ha congregado.

Nuestra comunidad tiene muchas riquezas. Os ofrecemos todo de lo que podamos disponer si tan solo a vuestra merced pluguiese responder a nuestras súplicas.

¡Venid rápido, os lo ruego! El tiempo apremia. Todo lo que poseo os pertenecerá.

Kolyan Indirovich
Burgomaestre de Barovia


¿Qué hacer? Los aventureros decidieron hace tiempo que no valía la pena regresar a Neretva, puesto que el conde de Hengest les había encomendado expulsar a los orcos de Glasnett, no aliarse con ellos. Deseosos de sacudirse la obligación de servir a un señor feudal, añorando su vida aventurera y curiosos de encontrar la conexión entre los extraños sucesos presentados en la carta y el ejército del Señor de los Cuervos, los aventureros deciden viajar a Barovia.

Antes de partir, Agner presta una visita a sir Wilhelm para que le informe todo lo que sabe de Barovia. Según los templarios, se trata de un feudo aislado, dominado por la dinastía de los von Zarovich desde hace un siglo, más o menos. La tierra de Barovia está corrupta y cubierta permanentemente por una espesa niebla que parece viva.

Hubo un tiempo en que Barovia era un feudo rico y próspero: abundaban las minas de cobre y estaño, y los mejores artesanos de bronce de Valaquia provenían de esas tierras. Se dice que Barovia acumulaba riquezas que nunca gastaba, hasta que el dinero acabó por volver a los barovianos avaros y sectarios. El feudo se aisló del mundo, su bronce dejó de exportarse y pronto ya nadie se atrevía a aventurarse en la región.

Sir Axel Leduc, quien exploró la región y espió al Señor de los Cuervos, sostiene que los barovianos adoran a su señor, tanto como le temen. Una sombra pareciera cubrir la vida de los barovianos y su voluntad se corrompe a la misma velocidad de la tierra. Antes fértil y llena de verdor, Barovia es ahora un lugar sombrío, donde los árboles crecen torcidos y enfermos, y los fantasmas penan por doquier. Los templarios les sugieren prudencia y les desean “que Baal les proteja y Selene les ilumine el camino”.

Los aventureros no pierden más tiempo equipándose y comienzan su viaje, aprovechando las dos semanas de calma que preceden a las tormentas de nieve del invierno. A mitad de viaje se encuentran con un grupo de zombis dispersos, un destacamento que debió haber escapado de la batalla. En su centro, un ogro en el suelo, al parecer muerto. Protegido por la magia de Valdemar, Agner revisa el cadáver pasando entre los zombis y descubre que, efectivamente, el ogro no se mueve. De entre sus pertenencias, recupera una caja de bronce donde descansa un libro encuadernado en cuero negro. Valdemar le echa una rápida ojeada: parece ser un libro de magia negra.

Para evitar futuros problemas, los aventureros se organizan y eliminan rápidamente los zombis errantes. Luego continúan su viaje. Una semana después, el valle de Barovia se encuentra a la vista. Una espesa niebla líquida cubre los bosques y montes del valle. Un castillo de rocas oscuras se alza sobre un promontorio rocoso, tétrico, amenazante, como un sol oscuro que vigila cada rincón de la tierra maldita.

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