Bajo la sombra de Samael - capítulo VI  

Relatado por Jorge Román

Los aventureros han osado entrar al castillo Ravenloft para encontrar el Tomo de Strahd, un diario que les ayudará a descubrir las debilidades del conde de Barovia: se trata de una acción osada y que podría costarles mucho más que la vida.

6. Una cena inesperada
Enero del 1043 de la Era de la Luz
(sesión del viernes 29 de mayo del 2009)


—Bienvenidos al castillo Ravenloft —les dice un hombre de mediana edad, muy atractivo, vestido con ropajes negros y azules—. Por favor, tomen asiento. Prueben el vino, la carne, la sopa. He pedido una cena especial para ustedes.

El grupo se sienta a la mesa, inquieto. Junto al hombre hay una criatura enorme, de aspecto humanoide, con la piel azul y dos cuernos en la frente.

—Por cierto: mi nombre es Strahd Von Zarovich, conde de Barovia —dice con una amable sonrisa.

¿Cómo llegaron hasta allí?

Después de hablar con Madame Eva, el grupo decide ir primero al cruce de caminos para recuperar el Símbolo de Ravenkind. Sólo algo extraño ocurre en la mañana: Sigfried encuentra en su bolsillo el mismo tintero de vidrio verde que había visto en el cruce el día anterior.

En el cruce se encuentran con un jovencito llamado Dorian Narek, un hombre santo de Thor, quien conversa con tres orcos. Dorian, quien lleva un cuervo en su hombro, había salvado la vida de unos orcos atacados por lobos y éstos se quedaron con él para protegerlo mientras esperaba la llegada del grupo. Dorian, sonriente y tímido, afirma que ha sido guiado por Thor a Barovia para ayudarlos y morir. Thorkriegar lo reconoce como un mártir de Thor: hombres santos que, desde que el dios se les revela por primera vez, les advierte sobre el momento y las circunstancias exactas de su muerte. Algunos hombres santos aceptan este destino, otros luchan por evitarlo. Dorian, aunque le teme a ese momento, está dispuesto a enfrentarlo. El grupo decide aceptar la ayuda del hombre santo.

Ajik pregunta a los orcos si saben de la ubicación del túmulo del necromante. Éstos le dicen que deben seguir la sombra que Ravenloft proyecta al mediodía: a un día de viaje por el bosque se encontrarán con el túmulo. Los orcos les advierten que tengan cuidado: el bosque está encantado. “Nunca se desvíen de su camino y no hagan caso a los sonidos raros que salen del bosque: sólo los conducirán a más peligros”. Ajik les agradece y los orcos se despiden.

Los aventureros deciden que el próximo paso es viajar al castillo Ravenloft para obtener el Tomo de Strahd. Un viaje peligroso, que requerirá de ayuda: es por ello que Valdemar envía a Atenea al pueblo, para solicitar la ayuda de Regina Cantemir. El búho regresa unas horas después, con la respuesta de Regina: “nos encontramos en el cruce al anochecer; Hendrik me acompaña”.

El grupo se encuentra a medio camino entre el cruce y el pueblo. Para no tener que viajar de noche, deciden acampar en el bosque, en un claro próximo. La noche es intranquila: al momento en que encienden el fuego, en la oscuridad del bosque, se oye claramente el sonido de una piedra de afilar contra una hoja de metal. El grupo, recordando las advertencias de los orcos, hacen caso omiso al sonido e intenta dormir.

Nuevamente las pesadillas acosan al grupo.

El grupo inicia su camino a la mañana siguiente. Sucesos extraños ocurren durante el día: rastros de sangre en la nieve, rostros que parecen acechar en los arbustos y en los bosques, la sensación de sentirse permanentemente observados...

Dos días de marcha después, el grupo se encuentra finalmente frente al puente de madera sobre el acantilado que lleva a los gruesos muros del castillo Ravenloft.

Durante el viaje, Dorian les ha contado que él es el último miembro vivo de la orden de los Caballeros del Cuervo, una orden de paladines que alguna vez sirvió al rey de Anatolia y que luchaba contra la oscuridad. Hoy, la orden está prácticamente extinta, ya que la única forma de convertirse en Caballero del Cuervo es conocer a otro miembro de la orden y luego orar una noche entera en la capilla de Ravenloft, frente a la estatua de plata en forma de cuervo que allí se encuentra. “Ya estuve una vez en el castillo, así es que conozco el camino a la capilla. Desafortunadamente, aquella vez no exploré nada más allá, así es que no sé dónde podría quedar la biblioteca”.

El castillo se muestra tenebroso bajo las nubes de tormenta que rasgan el día. Lo que más inquieta a los aventureros es que todas las puertas están abiertas y nadie las vigila con mucho celo.

Adentro, el castillo permanece silencioso, débilmente iluminado por algunas lámparas de aceite ocasionales. El grupo se ve obligado a crear sus propias fuentes de luz, pero pronto se dan cuenta de que en el castillo las luces iluminan mucho menos de lo que deberían.

El castillo es de una arquitectura magnífica, decorado con dragones de piedra, gárgolas, grandes frescos en las bóvedas, riquísimas alfombras y estatuas. Las puertas principales son de bronce macizo. Tratando de no desviarse, la primera escala del grupo es la capilla.

Sucesos extraños ocurren en el castillo: las estatuas parecen girar sus ojos para observarlos, cuando salen de una habitación lo hacen por donde entraron y a veces les parece oír voces pero, cuando se dan la vuelta para ver qué ocurre, no ven a nadie.

En el altar de la capilla reposa, efectivamente, la estatua del cuervo de plata. Y frente a ella, un cadáver: seguramente un clérigo maligno que trataba de robar la estatua.

Explorando el castillo, el grupo da con el comedor de invitados, de donde les parece oír ruidos de fiesta, mezclados con sus propias voces. El grupo, preparado para lo peor, abre las puertas... Y se encuentra cara a cara con el señor del castillo, que los invita a comer.

El conde Strahd Von Zarovich es evasivo, pero da a entender que los aventureros no tienen chances de cumplir lo que sea que buscan cumplir, y que Irina pronto será suya. Además, se lamenta del hecho de que ellos son mortales y débiles. Regina le dice que quizás sean frágiles, pero al menos su alma no está corrupta y pueden mirar el sol sin sentir miedo. A lo que el conde, simplemente responde parándose frente a la ventana para recibir el sol del ocaso y decir “qué bellos son los crepúsculos en Barovia”.

Poco después de esto, y sin que los aventureros hayan probado bocado, el conde se deshace en niebla y su acompañante, al que en un momento llama “Wu”, desaparece. Hendrik encuentra una puerta secreta en el comedor: el grupo entra a través de ella y explora sitios ocultos del castillo.

En el segundo piso encuentran el salón de audiencias, donde reposa un hermoso trono de bronce y oro. Hendrik les advierte que el trono no está centrado: el grupo deduce que debe faltar un trono, seguramente el de la reina...

En el tercer piso, el grupo sale al exterior, a las almenas, y entra por otra puerta, que conduce a otro comedor, con la diferencia que éste se encuentra abandonado, cubierto de polvo y telarañas. En esta sala, el grupo es atacado por espectros, que derrotan sin grandes problemas. Cuando acaba la batalla, una puerta del comedor se abre y entra una jovencita, de unos 13 o 14 años, como hipnotizada, y cae en brazos de Ajik. Tras ella, en la habitación contigua, crepita el fuego de la chimenea. Thorkriegar alcanza a vislumbrar enormes libreros apoyados contra los muros, en los que descansan miles de libros.

This entry was posted on miércoles, junio 03, 2009 at miércoles, junio 03, 2009 . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

1 discusiones abiertas

Interesante tus historias... Veré si las sigo leyendo.

19 de agosto de 2009, 6:19

Publicar un comentario